El impacto del estrés crónico en la salud física y emocional

Cuando el cuerpo se cansa ya no puede sostenerlo todo

En una cultura donde se valora la productividad por encima del bienestar, el estrés se ha convertido en un compañero silencioso, casi obligatorio. Para muchas personas, vivir estresado no es una excepción: es la regla. Se despiertan cansadas, trabajan bajo presión, sostienen responsabilidades emocionales y económicas, exigen fortaleza… y, sin embargo, sienten que no están haciendo lo suficiente.

El problema no es solo la intensidad del estrés, sino su permanencia. Cuando el cuerpo y la mente se mantienen en un estado de alerta constante durante semanas, meses o incluso años, estamos hablando de estrés crónico, una condición que puede tener consecuencias graves para la salud física, emocional y mental. Lo más alarmante es que este estado se ha normalizado tanto que muchas personas ya no lo identifican como un problema.

¿Qué es el estrés crónico?

A diferencia del estrés agudo —una respuesta temporal ante una amenaza o desafío puntual—, el estrés crónico es una activación prolongada del sistema nervioso ante situaciones que, aunque pueden parecer “normales” (trabajo, relaciones, economía), están siendo vividas como una carga constante.

Hans Selye, pionero en el estudio del estrés, señalaba que cuando una persona permanece en estado de “alarma” demasiado tiempo, su cuerpo entra en una fase de resistencia que eventualmente desemboca en agotamiento. En palabras simples: el cuerpo se adapta al sufrimiento hasta que ya no puede más.

El neurocientífico Bruce McEwen habló del “allostatic load”, o carga alostática, para describir el desgaste acumulado que el cuerpo experimenta cuando se enfrenta continuamente a factores estresantes sin suficiente recuperación. Este desgaste no solo se manifiesta en el cansancio físico o mental, sino también en múltiples funciones vitales.

Consecuencias en el cuerpo y la mente

El estrés crónico no es solo una sensación mental. Tiene efectos reales y profundos en el cuerpo:

  • Aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares (hipertensión, infartos).
  • Genera alteraciones en el sistema digestivo (colitis, gastritis, síndrome de intestino irritable).
  • Debilita el sistema inmune (mayor propensión a infecciones y enfermedades autoinmunes).
  • Afecta la calidad del sueño (insomnio, despertares frecuentes).
  • Interfiere con la memoria, concentración y toma de decisiones.
  • Puede detonar o agravar trastornos de ansiedad y depresión.

Además, se manifiesta de formas silenciosas: contracturas musculares, dolores inexplicables, fatiga constante, irritabilidad, problemas de piel, pérdida de deseo sexual, entre otras. Muchas veces, las personas buscan soluciones médicas a síntomas físicos que en realidad tienen una raíz emocional y psicosomática.

La raíz emocional del estrés

Detrás del estrés crónico no siempre hay “demasiado trabajo”. A veces hay demasiada autoexigencia, soledad emocional, falta de sentido, culpa por descansar, o incluso una infancia donde el descanso nunca fue seguro. Hemos aprendido a medir nuestro valor por lo que hacemos, no por lo que sentimos. Y eso enferma.

Lo que el estrés constante muchas veces esconde es una desconexión profunda: del cuerpo, de los propios límites, de los deseos personales. En el fondo, muchas personas no están estresadas solo por lo que hacen, sino porque han olvidado cómo se siente estar bien.

Desde un enfoque terapéutico humanista, el abordaje del estrés crónico no debe limitarse a técnicas de relajación o recetas genéricas. 

Necesitamos enseñar a las personas a reconectarse con sus emociones, a reconocer sus necesidades reales y a habitar su cuerpo con presencia y cuidado.

Esto implica:

  • Aprender a identificar las señales del cuerpo antes de que se conviertan en enfermedad.
  • Dar espacio al descanso emocional sin culpa.
  • Explorar las creencias que sostienen la autoexigencia.
  • Reconstruir una relación amable con el tiempo y con uno mismo.
  • Recordar que no tenemos que “hacer más” para merecer descanso.

Sanar del estrés crónico no es solo dejar de correr. Es mirar hacia adentro y reconocer que muchas veces nos movemos por miedo, por lealtad, por vacío, no por deseo. Y ahí comienza el verdadero trabajo terapéutico.

No se trata de ser más fuerte.

Se trata de vivir más consciente, más presente, más humano.

Gracias por leerme,
— Carlos